El profeta Elías pasó por un momento como esos, después de ver el poder de Dios respaldándolo, recibió la noticia de que Jezabel una mujer muy mala iba a buscarlo para matarlo y teniendo temor huyo del lugar y es allí donde la Biblia dice:
“Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” 1 Reyes 19:3-4 (Reina Valera 1960).
El encontrarnos en el desierto y sentir temor sobre lo que puede pasar en nuestra vida nos puede llevar muchas veces a sentirnos sin fuerzas, cansados y todo eso da lugar a que de nuestra boca salgan palabras que dejan en evidencia el mal momento que estamos pasando.
Elías acababa de matar a cientos de profetas de Baal por orden de Dios, había visto como Dios lo había utilizado para llevar su juicio a cabo, sin embargo, en este momento se sentía mal, quizá hasta cierto punto abandonado, y pienso esto porque el pedía la muerte, ¿Por qué en su lugar no pedía la intervención de Dios?, ¿Por qué no decía cosas como: “¡Dios ayúdame y líbrame de mis enemigos!”?, ¿Por qué?, porque en muchas ocasiones el panorama turbio nos hace pensar de maneras equivocadas y no nos enfocamos en lo que Dios puede hacer.
A veces medimos los resultados que pueden haber acerca de una situación en base a lo que tenemos a la mano o en base a lo que creemos que puede pasar, pero a veces también se nos olvida que nuestra vida le pertenece a Dios, que cualquier cosa que venga a nuestra vida por muy difícil que parezca tendríamos que tener la confianza en que Dios también está al tanto de eso y que Él ha de ayudarnos.
P/Enrique M.